12 Marzo 2012
ATALAYA FAMILIAR: MAYORES Y SOLOS
Una amiga me pidió hace tiempo que escribiera sobre la situación de las personas que, ya mayores, han perdido a su cónyuge. Si siempre la situación es dura lo es más cuando es tras muchos años de vivir juntos y podemos denominar de tremendo cuando, como en el caso de mi amiga, se trata de un matrimonio sin descendencia.La casuística es variada, tanto en las circunstancias que expondré aquí como en otras derivadas del caso de parejas más jóvenes, a las que se puede añadir la existencia de hijos de corta edad, de adolescentes o jóvenes, según los casos.El estudio, si tenemos en cuenta todas las posibilidades, podría llenar las páginas de varios libros. Por eso tengo, al menos hoy, que ceñirme a la petición de mi buena amiga y seguir las pautas del encabezamiento “mayores y solos”.
Las mujeres, normalmente de menor edad y más longevas que sus marido, constituyen el núcleo más numeroso de los que viven en esta situación. Se desenvuelven, en las labores caseras, mejor que los hombres a los que, por el contrario, la casa se les cae encima pero la mujer sufre una gran soledad en el corazón y, también, la diferencia de ingresos económicos suele ser desfavorable para ella.
Las circunstancias generacionales de las actuales personas mayores que enviudan suele producir unos efectos económicos peores para las mujeres. Me explico, actualmente una mujer mayor viuda suele tener una pensión económica menor que en el caso de enviudar un hombre, ya que, muchas de ellas, no tienen la pensión por haber realizado un trabajo sino que les es asignada la cuantía económica por ser viuda de un trabajador. Tal vez en un futuro no sea así, por la creciente incorporación de la mujer al trabajo en los últimos años.
La consecuencia de ese bajón económico puede ser un apartamiento, total o parcial, de su entorno social y una disminución de los afectos externos. Podríamos decir que llueve sobre mojado, pues a la pérdida del amor de su vida se puede sumar la de algunos amigos.
La verdad que lo de mayores es cuestión de la edad y poco remedio tiene, la soledad es otra cosa que se puede aliviar, al menos en parte, aunque la pérdida sufrida sea irremplazable. No todas las personas la aceptan igual la situación ni con los mismos apoyos familiares y de amigos, incluso puede darse el caso de que existan casos en que escaseen las personas de las que recibir la ayuda afectiva necesaria.
Podemos deducir que los remedios deben llegar por dos caminos, unos propios y otros ajenos. Los de la persona afectad deben ir orientados a buscar temas o quehaceres que le alivien la mente de darle vuelta a los recuerdos. Las reuniones con amigos, las labores manuales, colaboraciones sociales con asociaciones altruistas, algo de ejercicio, aunque sólo sea pasear, y otras cosas similares suelen ser antídotos bastante efectivos. Fundamental es llenar el día de cosas para que, al llegar esa soledad de la noche, la cabeza esté ocupada en pensar lo que se ha hecho hoy y en lo que hay que hacer mañana. También, con ese sistema, se tendrá el cuerpo lo suficientemente cansado como para tener ganas de dormir.
Pienso que lo más duro en estas circunstancias es la falta o disminución de los afectos. El corazón, además, se siente muy solo tras haber vivido muchos años de matrimonio. También suele ocurrir que el ser amado fallecido empiece a ser recordado mejor que lo que era, porque van desapareciendo sus defectos y se recuerdan mucho más sus cualidades, cosas buenas y los momentos felices pasados juntos. Esto, aunque sea bueno en algunos aspectos además de lógico, por otra parte acentúa el dolor sobre todo en los momentos de soledad. También estas cosas expuestas suelen afectar, por su manera de ser y de amar, más a las mujeres.
Por todo ello insisto en la conveniencia, mejor diría necesidad, de buscar esas actividades, citadas anteriormente, que sirvan de antídoto. Pero también había citado la necesidad de apoyos externos por parte de familiares y amigos quienes, tras una primera etapa de consuelos, esperan que sepa seguir sola, recomponga su situación y salga adelante. Deben, esos seres cercanos, tener paciencia y, aunque la vida sigue y aprieta a todos, no olvidarse de esa persona que les necesita.
El o la protagonista de nuestra historia no debe olvidar que no puede vivir con un lastre en su interior ni ser una carga para otros, tiene que reaccionar y, si no lo ve, alguien cercano tiene que ayudarle, con mucho cariño, a encontrar los caminos más adecuados. Esos caminos le harán ver que tiene un mundo por descubrir, que existen cosas que hacer, que le quedan muchas posibilidades y que la vida debe seguir. ¿Seguir incluso por el camino del amor? Si llega, si es verdadero, aunque no se parezca al que se inició hace muchos años, por qué decir que no. La compañía y el cariño son una cosa sana, incluso ayudan a la salud física.
El tema daría oportunidad de llenara páginas y páginas pero no quiero alargar este escrito más de lo habitual. La casuística y lo variado de cosas que se pueden hacer abre un enorme abanico de posibilidades. Sirvan estas líneas como apertura de un camino de concienciación para todos, viudos o viudas mayores, así como para los que les rodean.
La vida presenta problemas, diferentes según la edad y otras circunstancias, por lo que no se puede pretender no tenerlos, ese no es el camino para hallar la solución. La encontraremos si empezamos por aceptar lo que nos toca en cada momento y con eso y desde eso intentar buscar las soluciones sabiendo, además, que siempre habrá espinas que nos pinchen.
Cuando uno va llegando a una cierta edad hay que ir asumiendo, empleando expresiones del baloncesto, que entra en el último cuarto de su vida y que, después, vendrán los minutos de la basura. Eso le suelo decir a mis amigos, aunque una cosa son los consejos y otra vivir las situaciones.
¿Te acuerdas de aquella canción? "La vida hay que tomarla como viene"……pincha a continuación te la dedico en italiano que suena más alegre……ánimo:
http://www.youtube.com/watch?v=S--Zc6r4KO8
Alejandro González
(El Vigía de la Atalaya)
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